La noche de ingreso en el hospital transcurrió sin novedades, bueno sí, las contracciones continuaban igual que hasta ahora, no demasiado dolorosas y cada 8/9 minutos. Vino un doctor de la planta y orgullosa le mostré mi registro en la app. Con semblante serio y sin mirar ni siquiera el móvil me dijo: «- para que estan los doctores si tienes una app». De este modo me dejó sin palabras, no le hice ni un gesto, me dejó k.o. técnico… decidí no registrar más las contracciones (bueno luego más tarde en paritorio la usé de nuevo un par de veces, pero así
como quien no quiere la cosa jaja)
Esa mañana noté una necesidad urgente de ir al baño la tripa estaba revuelta, y digamos que no necesité una lavativa (a veces la ofrecen, yo no la iba a aceptar, lo natural es lo natural y en ese momento yo no era nada escrupulosa ni me parecía escatológico nada que formase parte del proceso).
Estuvimos esperando hasta que vino un celador a por mí para bajarme a paritorios y ver cómo estaba todo. Me explicaron que iban a iniciar el tratamiento por antibiótico pues llevaba 24 horas con la bolsa rota y había riesgo de infección. Además me explicaron que iban a ponerme algo parecido a un tampón, este fármaco se coloca a través de un tacto vaginal, se deposita cercano al cuello del útero y, de esta forma, poco a poco se irían liberando las prostaglandinas.
Estas prostaglandinas irán modificando el cuello y lo irán poniendo en condiciones más favorables para que se inicie el trabajo de parto (el cérvix se irá centrando, ablandando y borrando poco a poco…)
En las clases de preparación al parto nuestra matrona siempre nos habló del parto normal, y también de aquellas ocasiones en las que es necesario inducir el parto. Es importante acudir a estas clases para perder el miedo a estas técnicas que son necesarias en algunos casos. Yo por suerte mi matrona nos preparó muy bien incluso llegamos a visitar el hospital y conocimos todas las dependencias, posibilidades, protocolos…hasta probamos un gas (luego os hablaré de mi experiencia)
En la actualidad, el Propess es el fármaco más utilizado para la inducción del parto.
El tiempo máximo que puede estar intravaginal es 24 horas, aunque ellos me iban revisando y, en función de la exploraciones fueron decidiendo que protocolo seguirían.
Estuve poco tiempo en paritorios pues tal cómo bromeó mi celador con las matronas había sido luna llena, y estaban todos los box llenos. Así que me iban bajando y subiendo tantas veces que perdí hasta la cuenta. Siempre acompañada del papi de la criatura, menos mal!
Al subir a la habitación estaban ya mi suegra, mi hermana y mi madre (por la mañana la avisamos de que habíamos pasado allí la noche, no se enfadó, menos mal)
Pasadas las horas las contracciones se iban intensificando, pedí una pelota de pilates (nosotros teníamos la nuestra en el coche pero nos dijeron que no hacía falta, allí pegaban con cinta un empapador y la podías usar tanto cómo quisieras).
En la habitación todas las mujeres de mi familia jaja hablaban de todo tipo de temas, mi marido me masajeaba y sujetaba por detrás, todavía estaba muy despejado y motivado, eso se agradece.
Recuerdo las palabras de cada una de las madres que me acompañaban en ese momento. La abuela paterna me recordaba que todo pasaría, que luego incluso repetiria y yo pensaría: «quién me manda a mi pasar por esto de nuevo» jaja la verdad que me ayudó mucho en pensar que todo pasaría, en ese momento crees que nunca se va a acabar. Gracias M.
La abuela materna con cara de resignación y con la mirada que una madre le manda a su hija cuyo mensaje sería: aguanta mi niña, tú puedes pero si yo pudiese me pondría en tu lugar. Pero sus palabras se limitaban a :»- yo es que no puedo entender tu dolor, tuve dos cesáreas, ánimo hija»
Mi hermana con la experiencia de dos partos me animaba diciéndome que lo estaba haciendo genial, que mis respiraciones sobretodo en la cresta y el pico de dolor eran muy buenas. En las clases preparto nuestra magnífica matrona nos decía que era SÚPER importante respirar incluso en las contracciones para asegurarle en todo momento oxígeno al bebé, por eso yo aunque lo que me apetecía era aprerar los dientes y contener la respiración, respiraba, respiraba
y respiraba tal cómo ella me había enseñado.
No os puedo decir que hora era, porque ahí ya empezaba a perder la noción del tiempo, mi yo más animal empezaba a aflorar ya no me importaba nada ni nadie más que mi bebé. Perdí vergüenza, perdí las horas, incluso perdí el miedo. Mi mente no pensaba y mi cuerpo se dejaba guiar por ella. Es verdad aquello que dicen que una mujer sabe parir, estamos programadas para ello, aunque desde siempre, desde niñas, nos digan que duele (así es), que en las películas nos
atemoricen con esos gritos o que no sabríamos parir solas, eso no es así. Sólo necesitamos escucharnos, fluir y acompañar a nuestro bebé.
Aunque claro está que mi parto no se hubiese llevado con normalidad y con éxito sino hubiese estado en un hospital y rodeada de profesionales.
Bueno, tal y como me dijeron en la última revisión en paritorios, hasta que no pudiese aguantar más por dolor (y esa sensación la reconoceria enseguida) no bajase de nuevo. Esperé y aguanté hasta que creía no poder más. Llamamos al celador.
En la siguiente visita a paritorios, ya recuerdo la excursión por los pasillos con cierto agobio, mis jadeos ya eran importantes y cuando llegaba el pico de más dolor de la contracción levantaba mi trasero de la silla apoyándome con las manos. Que fuerza y que capacidad tiene el cuerpo de mantener esa posición en una silla de ruedas jaja… menos mal que el chico estaba acostumbrado. Muy majo él me apretaba el hombro y me iba preguntando si necesitaba que
parase un poco. Le dije que no era necesario pero que había una especie de desniveles en el suelo que si los podía sortear un poco, pues cada vez que pasábamos por encima de uno veía las estrellas. No hubo ningún problema. Al llegar me dijeron que me iban a inducir con oxitocina, ya que, el Propess aunque estaba haciendo efecto poco a poco, aún estaba muy poco dilatada, creo recordar que de unos 3 cm.
Me quedé en un box, me pusieron los monitores fetales, el sonido estaba altísimo casi no podíamos hablar mi marido y yo. Estuvimos así un par de horas, yo ya no sabía dónde ponerme ni como, pues a veces con algun movimiento los monitores se desajustaban. Vino una matrona y nos dijo que si nos bajaban el sonido que estaba altísimo, uf que alivio, no sabíamos que era una opción…jaja
En esta habitación había una lámpara de sal, bajamos las luces y aunque yo traía mi ipad con una playlist genial creada con esmero para este momento, mi cuerpo no queria oír nada, ni hacer nada ni que nadie me dijese nada. Por suerte, mi marido que ya estaba un poco cansado y haciéndose a la idea de que esto iba para largo se relajó un poco y yo también, aunque el dolor empezaba a ser insoportable.
La ginecóloga acompañada de un ginecólogo de prácticas y la matrona acompañada de una matrona de prácticas me realizaban tactos vaginales, los 4 sí. Me pidieron permiso y me explicaron la situación con mucho cariño. Y aunque los tactos a mi me resultaban muy muy dolorosos, lo que hiciese falta por mi bebé. Al final pensé que igual el camarero de la cafetería
del hospital vendría a echar su diagnóstico…jajajaja cuánta gente ahí dentro, por Dios! Jaja pero bueno, 8 ojos pues mejor que 4, no?
Recuerdo empezar a oír a muchas mujeres gritar de dolor con los pujos, ahí pensaba que exageradas…(mi marido dice que luegose quedaron cortas a mi lado) y aunque en ese momento se me ponían los vellos de punta escuchar acto seguido el llanto de los bebés…era un bálsamo para mis oídos, ansiaba ese momento y me daba fuerzas para seguir. Recuerdo una mamá inglesa que pronunciaba en el expulsivo: -oh my god! Y unos minutos después: -oh my baby! Jaja precioso.
Horas más tarde empecé a rabiar, el dolor era inhumano, las contracciones con la oxitocina no me daban una tregua ni de 2 segundos, y esto sí que estaba haciendo bastante efecto en la dilatación. Llamaba a mi ginecóloga pero venían matronas, y me ofrecían el gas. Yo en ese momento quería la epidural pero me daban largas y largas. Al final les dije que no quería gas ni nada, les supliqué por la epidural. La matrona no tuvo más remedio que decirme que las dos
ginecólogas y anestesistas estaban en dos cesáreas de urgencia, así que la epidural iba a tardar. Recuerdo que lloré, grité y me derrumbé. Asentí con resentimiento a probar el gas, era la única opción que tenía en ese momento.
El óxido nitroso es un gas que mezclado con oxígeno se ha utilizado generalmente para la sedación y analgesia quirúrgica y odontológica. Se denomina Entonox o más conocido como “gas de la risa”, es una mezcla gaseosa de oxígeno 50% y óxido nitroso 50%
Aunque para ser sincera, al menos en mi caso, sólo me servía para moder el bocal y descargar el dolor en él. Me cansé rápido del gas. Pasó otra hora o varias hasta que pasadas las 00:00h entró la ginecologa y la anestesista. Firmé los papeles, mi marido salió fuera y empezaron con la epidural. Recuerdo abrazar tanto y tan fuerte a la matrona de pie entre mis piernas, que cuando nos despegamos, bueno cuando la solté yo, mejor dicho, vi que tenía mis uñas clavadas en sus antebrazos. Le pedí disculpas pobre, ella muy amable me dijo que no me preocupase. Salieron en ese momento empecé a notar un líquido frío en mis piernas y un temblor extraño. El dolor poco a poco empezó a desaparacer, me dormí y mi marido también. En esta franja de tiempo mi marido fue a preguntar porque no me ponían el antibiótico pues habían pasado casi 5 horas, una matrona lo comprobó en el ordenador y nos pidieron disculpas, nos dijeron que estaban desbordadas y yo me acordé del primer celador y de la luna llena. De repente la contracción dolorosa regresó, habían pasado unas 3 horas, ese descanso me vino genial pero volví a llorar, me dolía igual que antes de la analgesia epidural.
Avisamos y vinieron la gine y la anestesista, les comenté y hablaron entre ellas de cantidades, de peso…y la gine le dijo a la anestesista que para mi tamaño (soy alta), quizás me habia puesto muy poca cantidad. Recuerdo que la anestesista me dijo que me pondría una inyección en el gotero pero yo no llegué a notar alivio. De hecho me dio un poco igual porque me dijeron que estaba completa, así que iban a empezar los pujos. Empezamos a empujar según me iban diciendo, todo parecía ir bien pero empecé a ver caras, palabras en modo de cuchicheo en sus
oídos. Algo estaba pasando.